Ética de la vergüenza, corrupción y sociedad

Isaac Nahón Serfaty
PhD en Comunicación. Profesor en la Universidad de Ottawa, Canadá
Diálogo Político

La cuestión de la corrupción en la sociedad no es nueva. Desde tiempos bíblicos existe la reflexión sobre el arrepentimiento y la vergüenza. En un mundo globalizado el silencio de algunos gobiernos provoca la sensación de impunidad y desafía a los ciudadanos.

La pregunta presenta una paradoja aparente: ¿cómo se puede agregar valor restando? Decimos aparente pues, como veremos en este texto, hay una forma de generar valor con la resta, al menos desde el punto de vista ético.

En el libro bíblico del Éxodo se prescriben lo que se podrían hoy llamar las leyes penales y civiles, las que tienen que ver con la regulación de las relaciones del ser humano con su prójimo. Allí se instituye que si alguien roba un buey o una oveja y los sacrifica o los vende, pagará cinco bueyes por el buey robado, y cuatro ovejas por la oveja robada (Éxodo 21:37).

Una interpretación puramente económica de la norma dirá que hay una diferencia productiva entre los dos animales. Cuando a alguien le roban un buey en el contexto de la agricultura artesanal, el dueño del animal pierde un activo que le permite arar la tierra, es decir, usar una herramienta para crear más valor (la plusvalía). En el caso de la oveja, pierde el animal pero no un activo que le permite generar plusvalía. De hecho, esta es la interpretación del comentarista conocido como Rabí Meir, quien explica así por qué el ladrón debe pagar cinco veces el valor del buey, pero solo cuatro veces el valor de la oveja. Valor, según esta lectura de la prescripción legal, es el resultado directo de una ganancia o, más bien, de la pérdida material.

Exposición moral

Hay otra interpretación que es menos economicista. Rabí Yojanán Ben Zakai dice que la diferencia del valor de restitución de lo robado reside en la exposición moral del ladrón. Este concepto puede resultar curioso. Sin embargo, es revelador de otra forma de entender el problema del valor.

Dice Rabí Yojanán Ben Zakai que el ladrón que se roba un buey y que pasa por el mercado con el producto de su delito arreándolo no se expone a la sospecha de que el animal ha sido hurtado. Puede dar la impresión de que el buey es suyo. En el caso de la oveja, cuando el ladrón debe cargar sobre sus hombros el producto de su robo, se expone a la sospecha de delito de quienes lo vean con el animal a cuestas. Y por eso la diferencia entre la proporcionalidad del valor de restitución en el caso del buey y de la oveja, porque el valor no es calculado a partir de la consideración productiva, sino del impacto moral sobre el ladrón (sí, del ladrón y no de la víctima del robo).

La interpretación de Rabí Yojanán pone en perspectiva la noción de daño moral y la asocia proporcionalmente a la cuestión del valor material, o si se quiere, al valor agregado (más bien desagregado, como veremos). El «descuento» que recibe el ladrón sobre el valor de restitución por el robo de la oveja (cuatro veces el valor del animal y no cinco veces como por el robo del buey), tiene que ver con el daño moral que ya ha sufrido el mismo delincuente por haber sido expuesto públicamente en su acto (al cargar el fruto de su robo delante del público). El valor de restitución de la oveja es 20 % proporcionalmente menor comparado con el valor de restitución del buey, pues según Rabí Yojanán el ladrón ya pagó con su reputación y su vergüenza parte del valor del animal robado.

¿Qué es el valor?

Esta interpretación del pasaje bíblico apunta a una doble condición de la definición de valor: su carácter productivo (o reproductivo) y su carácter axiológico, es decir, relativo a los valores en el sentido moral. Y en ella se considera de forma implícita algo que el sociólogo francés Gabriel Tarde (1843-1904) consideraba la dimensión intersubjetiva del valor.

En su libro La psicología económica (1902-1903), Tarde hace un paralelismo entre valor y color: «es una cualidad que atribuimos a las cosas como el color, pero que en realidad —como en el caso del color—-solo existe en nuestra mente como el producto de nuestra subjetividad. [El valor] es el resultado de un acuerdo colectivo que hace que las cosas sean más o menos creíbles, deseadas, o apreciadas, por un cierto número de personas».

La definición de Tarde permite reconciliar, al menos conceptualmente, el valor reproductivo y el valor moral, pues ambos son el resultado de nuestras percepciones y de cómo estas se forman en la dinámica intersubjetiva de los seres humanos. Estos, en la conversación social, bajo la influencia de los medios de comunicación y otros procesos de formación de la opinión, acuerdan qué es verdad, qué es útil y qué es hermoso.

Lo productivo y lo moral

En la interpretación que hace Rabí Yojanán de la norma bíblica confluyen ambas dimensiones del valor. Sin embargo, el valor productivo y el valor moral convergen en una hermenéutica que va contra la intuición: el valor de reposición del animal (la oveja) es menor relativamente en un 20 % que el del buey, ya que en el terreno de la percepción pública el ladrón ya pagó un precio que afecta su reputación.

El valor relativo de reposición disminuye en la medida en que se ha agregado en el cálculo la desvalorización moral del ladrón. Digo agregado y no considerado para resaltar cómo en la estimación del valor de reposición se toma en cuenta la humillación del ladrón que se ha expuesto en el espacio público a la sospecha de que es un delincuente.

Claro que esta interpretación moral presupone dos cosas: que el ladrón siente alguna vergüenza por su acción delictiva, y que sus congéneres consideran que el robo es una acción que debe ser repudiada. Esto quiere decir que, en la medida en que la intersubjetividad del grupo social defina los valores de una cierta forma, la interpretación de Rabí Yojanán será relevante. Si intersubjetivamente la sociedad considera que el robo no es un problema y el ladrón no se plantea un conflicto de conciencia sobre su acción, pues el cálculo que resta 20 % del valor de reposición por la oveja pierde todo su sentido.

Pensemos en los dineros de la corrupción y el delito que circulan por el mundo con toda impunidad. Hay gobiernos que con su silencio o complicidad crean el clima intersubjetivo para que los ladrones sigan actuando como si nada. Pasa sobre todo en las autocracias en las que oligarcas y sus cómplices políticos exhiben sus riquezas mal habidas sin que sufran consecuencias judiciales ni morales.