Por Rubén Darío Buitrón
Diario El Comercio, otrora uno de los periódicos líderes en el Ecuador, está tocado de muerte.
El influyente medio, que escribió páginas históricas con grandes periodistas en diversas etapas de la vida republicana, va desmoronándose de a poco desde 2014 y 2015, años en los que se gestionó la compraventa del diario y que, sin que sea una coincidencia, empezó a suavizar su dura línea editorial contra el gobierno de Rafael Correa: hubo episodios en los que fue evidente el sometimiento al poder político.
¿Por qué se está derrumbando El Comercio y ha entrado en una crisis de la cual es casi imposible salir?
Quizás se trata de un plan de desinversión del propio dueño, Remigio Ángel González, conocido como El Fantasma, a quien no le hace gracia manejar un tipo de medio que no conoce: la prensa escrita.
El poderoso e influyente ciudadano mexicano y guatemalteco (maneja cada nacionalidad según el negocio que emprende) tiene un patrimonio de 350 millones de dólares y su principal actividad es captar frecuencias de radio y de televisión en todo el continente.
En el Ecuador, en un reporte del 14 de septiembre de 2020, la Organización Fundamedios y la revista digital Plan V ya preveían lo que estaba por suceder:
“Cuatro años después del fallido concurso de frecuencias un nuevo proceso público avanza con las mismas irregularidades y vicios del anterior, pese a las advertencias de los organismos de control. El resultado: Remigio Ángel González, alias El Fantasma, aún consta como la figura central en el mapa mediático ecuatoriano y concursa, a través de un opaco esquema de empresas de papel domiciliadas en su mayoría en Uruguay, por frecuencias de radio FM. El resultado de este “proceso público competitivo” será anunciado por ARCOTEL en esta semana y de no mediar ninguna sorpresa resultará en que se sacramente la concentración de medios en el país, un acto prohibido por la Constitución de la República y por la Ley de Comunicación, que al mismo tiempo es condenado por instrumentos internacionales de protección a la libertad de prensa…”.
Por esas mismas fechas, una vez que se supo que González había captado esos medios en el Ecuador, portales informativos develaban cómo actúa El Fantasma. Este es un reporte de noticiassin.com:
“De nuevo se ha reactivado el cuestionamiento en torno a la forma que el empresario ha llegado a detentar un conglomerado de plantas de televisión y el uso impropio y perjudicial que le ha dado a ese monopolio mediático en América Latina.
Las críticas giran principalmente sobre el uso de testaferros, incluidos familiares cercanos y la forma en que sus medios han afectado la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a recibir informaciones veraces sin ningún tipo de manipulaciones políticas, económicas e, incluso, mediáticas.
Un ejemplo de la maraña de maniobras irregulares de González es que detente el control total de la televisora Antena Latina como único propietario, a pesar de ser un patrimonio del Estado, y de las objeciones pormenorizadas del congreso dominicano por la violación de debidos procesos jurídicos y la prohibición expresa que la ley impone a los extranjeros para incursionar en medios de televisión del país.
La Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) han señalado en reiteradas ocasiones que los monopolios privados de González mantienen una política destinada a moldear la opinión pública a favor de sectores gubernamentales, obstruyendo de este modo el trabajo del periodismo independiente, que debe estar comprometido a informar y orientar.
El Fantasma opera el consorcio de medios Albavisión, en cuyas televisoras figura como propietaria su esposa, Alba Elvira Lorenzana Cardona, de nacionalidad guatemalteca, y quien tiene en su contra una orden de captura internacional por parte de la Interpol”.
Esto significa que cuando la familia Mantilla vendió a González el diario El Comercio de Quito había algo oculto en el comprador: usar al periódico, entonces influyente, para conseguir más frecuencias de televisión y radio, que es lo que, en realidad, más le interesa: en los canales llena la parrilla con programas de televisión obsoletos, como películas y series desechadas por los grandes medios audiovisuales de América Latina, mientras que a las radiodifusoras las hace repetidoras de distintos géneros musicales, con lo cual, en apariencia, “no hace daño a nadie”.
Sin embargo, El Fantasma no contaba con el hecho de que El Comercio no sería fácil manejar, como sí lo son las radios y los canales que maneja, pues del diario han venido saliendo los mejores periodistas y los más brillantes columnistas.
Cuando mantenía mi blog “Periodismo crítico”, en enero de 2015 escribí un texto que, lamentablemente, ha resultado profético. Dije entonces:
“La versión de que se había vendido la mayoría de las acciones de diario El Comercio de Quito circuló con fuerza desde mediados del año pasado.
Pero nadie la confirmaba y no era posible hablar de este histórico episodio sin fundamentos.
Por fin, gracias a la publicación en un modesto portal (OMU), se leyó la noticia: diario El Comercio vendió 70 por ciento de sus acciones por 45 millones de dólares a un personaje mexicano misterioso y polémico conocido como “El fantasma”: Ángel Remigio González, de quien es difícil encontrar información porque, según el mito, nunca da entrevistas ni se deja fotografiar.
Por eso lo llaman así.
¿Esta información debe preocuparnos como ciudadanos y lectores o nos debe tranquilizar porque la venta estabilizará la economía del principal periódico de la capital ecuatoriana, un referente mediático que acaba de cumplir 115 años? ¿Mantendrá su línea editorial o la cambiará? ¿Hacia dónde y en beneficio de quiénes?
Años después asistimos a una serie de hechos que nos hacen pensar lo peor: los administradores de González no sostuvieron las finanzas de El Comercio, pese a que siempre fue una empresa rendidora, un medio que representó grandes ganancias para cuatro generaciones de la familia Mantilla.
A El fantasma no le ha bastado tener el control económico de un gran periódico, de dos grandes radios (Quito y Platinum) ni de dos canales locales de televisión (frecuencias ilegales concedidas por los gobiernos de Correa y de Moreno).
La grave situación del histórico diario El Comercio es una preocupación nacional, de todos los poderes y de muchos ciudadanos, aunque nadie lo diga en voz alta. Tanto es así que el presidente Guillermo Lasso anunció que el lunes 3 de enero se reuniría con el personal eliminado de los roles y con periodistas que aún sobreviven allí.
Veremos qué sucede, pues al Estado, que ni siquiera puede financiar sus propios “medios públicos”, no le compete intervenir ni interferir en los procesos internos de una empresa privada, a menos que la intención sea apoyar al periódico a cambio de respaldo editorial, lo cual, conociendo cómo opera El Fantasma, sería una apuesta a ciegas.