Lindon Sanmartín Rodríguez
Presidente Guillermo Lasso Mendoza, llegó el momento de gobernar con la Constitución de 1978 o la de 1998, pero con sus debidas reformas y de esta manera rescatamos la moral y ética institucional del país, no es tarde para tomar esta decisión, que de seguro la mayoría de ecuatorianos le apoyaremos y evitaríamos que el país caiga en manos del narco político.
La actual Constitución es un puro instrumento fugaz, siempre derivado al mejor postor, de la cual somos testigos y meros espectadores de la acción de un grupo de asambleístas afines a una ideología.
Desde el 2008 hasta la fecha, hemos sido testigos silenciosos de cómo se distribuyen el poder amparado en la Constitución de Montecristi, que distribuye el poder y no garantiza el correcto desempeño de cada función del Estado, siendo el supremo jefe quien maneja todas las funciones.
En la Constitución de Montecristi se aumentaron dos nuevos poderes: la Función Electoral y la Función de Transparencia y Control Social, poderes que han dado mucho que decir para la estabilidad democrática e institucional del Estado. La función Electoral no ha cumplido con el sagrado deber de garantizar el voto ciudadano en las urnas y deja muchas dudas en cada proceso electoral desde el pasado 2008 hasta el último del 5 de febrero de 2023.
La Función de Transparencia y Control Social se ha revestido de una serie de pugnas en lo moral y ético de la mayoría de sus integrantes. Su accionar ha sido como un papel de “celofán” muy débil, no se revisten de ese ropaje jurídico y fuerte para cada uno de ellos, de seguro será la misma característica de sus nuevos integrantes, claro con algunas honrosas excepciones.
Para lograr todo este objetivo es necesario que nosotros (el pueblo) asumamos nuestra responsabilidad patriótica de defender la seguridad jurídica y constitucional, para garantizar el presente y futuro democrático del país y no permitir que se convierta en un “Estado fallido”.