Patricio Valdivieso Espinosa
pavevaldivieso@hotmail.com
Los últimos acontecimientos nos demuestran que, a lo largo del tiempo todavía no hemos aprendido a identificar a los déspotas que se convierten en gobernantes; y, el reconocimiento reciente a los periodistas ultrajados por el nefasto correato, nos recuerda una gran experiencia en tres momentos, así como nos define a tres sectores plenamente apostados en el lugar propicio donde deben estar.
Un primer momento de endiosamiento, en un inicio cuando no era nadie, parte de la prensa: lo ensalzó como el nuevo mesías; lo idolatró como el monarca de la desesperanza; y, lo envaneció con reverencias, entregándole todo en bandeja de plata. Un segundo momento de indecencia, cuando empezó a violar la libertad de expresión: ciertos periodistas ilusos le dieron la razón en todo; un buen grupo fortalecieron sus abusos con el silencio cómplice, pues no era contra ellos; y, gran parte flaquearon y se dejaron quitar la razón porque se llenaron de miedo. Un tercer momento reprochable de compra de conciencias: a unos los encuartelaron dándoles un sueldo en los medios públicos; a varios los llevaron a las instituciones, no para que trabajen sino para que dejen de pensar libremente; y, a otros, le usurpaban los espacios a cambio de cargos, dinero y dadivas.
Los tres sectores del periodismo fueron definidos por su actuar: en primer lugar, están los serviles, los que se prestan para ser la bala de cañón, los alcahuetes, los acomodaticios, los que están a la que cae y sirven de comodines; en segundo lugar, los mojigatos, los que nunca tienen una posición clara, los que se dicen arrepentidos de haber servido al gobierno anterior, los que habitan distante de la solidaridad gremial; y, en tercer lugar, los honrosos, los que por dignidad decidieron resistir y contra viento y marea sobre llevaron los ataques furibundos provenientes de los autoritarios.
Realmente, sentimos pena por aquellos comunicadores funcionales, serviles e insensatos que más les importó la coyuntura que su noble profesión. Y, para todos aquellos periodistas decentes, que no están inmersos en estas abominables complicidades, gracias por defender nuestras libertades, gracias por ser la voz del pueblo, gracias por ser permanentemente la conciencia de la sociedad. Por suerte, incluso los funcionales, tienen todavía la oportunidad de volver a empezar; aún están a tiempo de reestablecer la dignidad, nunca vuelvan a dejarse comprar.