El cambio climático amenaza el deteriorado legado histórico de Afganistán

(Por Pierre CELERIER,AFP).- Después de soportar la furia destructiva de los talibanes y el saqueo de los ladrones, los tesoros arqueológicos de la provincia de Bamiyán en Afganistán se enfrentan a una amenaza nueva y posiblemente más sobrecogedora: el cambio climático.

Enclavado en el corazón de las montañas Hindú Kush, los pintorescos acantilados del valle de Bamiyán -donde en 2001 los talibanes destruyeron centenarias estatuas gigantescas de Buda- continúan albergando una red de cuevas con templos, monasterios y pinturas budistas.

En el valle también se encuentran la fortaleza de Shahr-e Gholghola, de la época de la ruta de la seda, y la ciudadela de Shar-e Zohak, que según los expertos corren el riesgo de destrucción debido a la erosión y al clima cada vez más brutal.

Esta región de Afganistán experimenta un ciclo de períodos secos seguidos por fuertes lluvias y deshielos de primavera más grandes de lo habitual.

Estas estructuras «pueden colapsar y sufrir una severa erosión», debido a condiciones directamente relacionadas con el cambio climático, advirtieron funcionarios afganos en un informe de 2016 de Naciones Unidas.

«Los procesos de erosión son mucho más rápidos, las lluvias más devastadoras y la erosión del viento más fuerte, lo que tiene un impacto extremadamente duro en los sitios», dijo a la AFP Philippe Marquis, director de la Delegación Arqueológica Francesa en Afganistán.

Marquis, quien ha explorado y trabajado en la región durante décadas, explica que el país «es muy frágil geológicamente, especialmente porque la vegetación ha disminuido mucho» debido a la deforestación.

La compañía francesa de imágenes Iconem coincide con esa evaluación, y apunta que Shar-e Zohak es «muy frágil» debido a la erosión que ha aumentado considerablemente en los últimos 30 años.

Para Baqe Ghulami, de 21 años, que proviene del distrito de Saikhand, en el norte de Bamiyán, el cambio climático ha sido durante mucho tiempo una realidad que los residentes han tenido que enfrentar.

«El clima está cambiando, ahora los veranos son más cálidos y los inviernos más fríos», dice, mientras contempla los espacios vacíos donde alguna vez estuvieron las dos estatuas de Buda.

A pesar de albergar objetos de otra religión, los residentes que hablaron con AFP defendieron con orgullo y como propia la historia del área.

  • Erosión en aumento –

Desde las cuevas vacías, los visitantes pueden ver el Centro Cultural, que comenzó a construirse en 2015 pero aún no se ha completado.

Su objetivo es educar a los visitantes sobre la urgente necesidad de preservar el patrimonio de la zona.

«No hay beneficios si la gente simplemente ve los sitios sin información», dice Ali Reza Mushfiq, de 26 años, director del Departamento de Arqueología de la Universidad de Bamiyán, quejándose de la escasez de fondos.

El arqueólogo admite sin dudar que «la erosión está aumentando», pero cree que el verdadero peligro proviene de la «influencia humana en el sitio», incluidos los saqueadores, activos en todo Afganistán.

Los Budas y la fortaleza Shar-e Gholghola ahora están vigilados y la remoción de minas terrestres del área ha dado lugar a miles de visitas en los últimos años.

Pero la afluencia de visitantes recientes ha hecho poco para cambiar la realidad sobre el terreno.

«Debemos comenzar a entrenar a la gente local para que enseñe cómo no destruir el sitio», dice Mushfiq, explicando que los residentes continúan almacenando alimento y guardando ganado en los sitios históricos.

A pocos metros de la cueva del gran Buda, Ammanullah, de 37 años, dice que él y su familia se han mudado a una de las cuevas, construyendo en el interior una casa hecha de objetos desechados y con plásticos en las ventanas.

No está solo, ya que muchas otras familias pobres han buscado refugio junto a las antiguas estructuras.

«Hay 18 familias aquí… No teníamos otras opciones», dice Ammanullah.

«Nos iríamos si nos dieran una casa», añade.

Para Marquis, sin embargo, la mayor amenaza no proviene de los residentes locales que invaden los sitios, o los saqueos. «Incluso si esa situación de dramática, es mucho menos dañina que la destrucción causada por la erosión», indica.

Mitigar el impacto de la erosión y los efectos del cambio climático costaría miles de millones de dólares en Afganistán, pero el país devastado por la guerra tiene poca capacidad para soportar semejante carga.

La Iniciativa de Adaptación Global, dirigida por la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos, actualmente clasifica a Afganistán en el puesto 173 de los 181 países en términos de vulnerabilidad de una nación al cambio climático y su capacidad de adaptación.

Un nuevo comandante al frente de las tropas de la OTAN en Afganistán

Kabul.- (EFE).- El teniente general estadounidense Austin «Scott» Miller tomó hoy el relevo del general John Nicholson al frente de las fuerzas de la OTAN y EEUU en Afganistán, cuando vuelven a estar sobre el tapete unas posibles conversaciones de paz con los talibanes.

Apenas dos semanas después de que Kabul ofreciese a los talibanes un alto el fuego de tres meses y sin que los insurgentes hayan contestado todavía, el exjefe del Mando Conjunto de Operaciones Especiales de EEUU asumió la comandancia aliada en una ceremonia militar en el cuartel general de la OTAN en Kabul.

Miller recibió la bandera de la misión aliada ante altos cargos del Gobierno afgano, como el ministro de Interior, Wais Ahmad Barmak, y el asesor de Seguridad Nacional, Hamdullah Mohib, además de representantes de la comunidad internacional, como embajadores y el jefe de la misión de la ONU en Afganistán, Tadamichi Yamamoto.

«Para salir victoriosos, debemos aprender continuamente y adaptarnos al enemigo y al ambiente», dijo durante la ceremonia el nuevo comandante de las tropas internacionales, que será también jefe de las fuerzas de Estados Unidos en el país.

Llamó, además, a posibilitar que los «compañeros afganos construyan su capacidad militar y de seguridad, para que puedan impedir a los terroristas que tengan santuarios a largo plazo y de una forma sostenible».

Miller insistió en el «poder» del número 41, la cifra de naciones que participan en la misión de la OTAN en Afganistán, Apoyo Decidido, iniciada tras el fin de las tareas de combate en enero de 2015 y centrada en la capacitación y entrenamiento de las tropas afganas.

En la actualidad, Apoyo Decidido cuenta con cerca de 16.000 efectivos.

Nicholson, por su parte, dijo adiós dando las gracias y convertido en uno de los que durante más tiempo comandaron las tropas internacionales desde el inicio del conflicto en 2001, un puesto que asumió en marzo de 2016.

En su discurso, el comandante saliente aseveró que la paz en Afganistán «no sólo acaba con el sufrimiento de la gente afgana», sino que también «hace el mundo entero más seguro», según informó en un comunicado la misión aliada en el país asiático.

Agregó que todas los miembros de Apoyo Decidido respaldan unas negociaciones de paz entre el Gobierno afgano y los talibanes, que llevan suspendidas desde 2015, cuando se conoció la muerte dos años antes del líder del movimiento insurgente, el mulá Omar.

En los últimos meses, los talibanes han insistido en sentarse a la mesa con Washington, que prefiere dejar el asunto en manos de Kabul, pero se trata de un escenario que vaticina un rol más diplomático por parte del nuevo jefe aliado.

El Gobierno afgano, de hecho, propuso hace dos semanas a los insurgentes un alto el fuego de tres meses con la condición de que ellos hagan lo mismo, una propuesta a la que todavía no han contestado.

A mediados de junio, una tregua temporal de Kabul con motivo de la festividad musulmana de Aíd al Fitr (que marca el final del mes sagrado musulmán de Ramadán) coincidió durante tres días con una unilateral de los talibanes y se tradujo en una estampa sin precedentes en 17 años de guerra.

Además, en un gesto muy poco habitual, los talibanes confirmaron su participación en una reunión convocada para el 4 de septiembre en Moscú entre los insurgentes y una decena de países, una cita que finalmente quedó pospuesta esta semana.

El cambio en la comandancia de la OTAN se produce también en momentos de repunte de la violencia, después de que los talibanes entrasen ente mes en la ciudad oriental de Ghazni, lo que provocó cinco días de combates con las fuerzas de seguridad y más de medio millar de fallecidos.

En lo que respecta al grupo yihadista Estado Islámico (EI), Miller tendrá que enfrentarse a una formación debilitada tras la pérdida el 25 de agosto de su emir, Abu Saad Orakzai, también conocido como Saad Arhabi, pero que en los últimos meses ha reclamado algunos de los atentados más sangrientos en el país.

En los últimos tres años y medio, el conflicto se ha recrudecido hasta el punto de que el Ejecutivo afgano tiene control de apenas el 56 % del país, de acuerdo con información difundida a final del año pasado por el Inspector Especial General para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) del Congreso de EEUU.