Kabul.- (EFE).- El teniente general estadounidense Austin «Scott» Miller tomó hoy el relevo del general John Nicholson al frente de las fuerzas de la OTAN y EEUU en Afganistán, cuando vuelven a estar sobre el tapete unas posibles conversaciones de paz con los talibanes.
Apenas dos semanas después de que Kabul ofreciese a los talibanes un alto el fuego de tres meses y sin que los insurgentes hayan contestado todavía, el exjefe del Mando Conjunto de Operaciones Especiales de EEUU asumió la comandancia aliada en una ceremonia militar en el cuartel general de la OTAN en Kabul.
Miller recibió la bandera de la misión aliada ante altos cargos del Gobierno afgano, como el ministro de Interior, Wais Ahmad Barmak, y el asesor de Seguridad Nacional, Hamdullah Mohib, además de representantes de la comunidad internacional, como embajadores y el jefe de la misión de la ONU en Afganistán, Tadamichi Yamamoto.
«Para salir victoriosos, debemos aprender continuamente y adaptarnos al enemigo y al ambiente», dijo durante la ceremonia el nuevo comandante de las tropas internacionales, que será también jefe de las fuerzas de Estados Unidos en el país.
Llamó, además, a posibilitar que los «compañeros afganos construyan su capacidad militar y de seguridad, para que puedan impedir a los terroristas que tengan santuarios a largo plazo y de una forma sostenible».
Miller insistió en el «poder» del número 41, la cifra de naciones que participan en la misión de la OTAN en Afganistán, Apoyo Decidido, iniciada tras el fin de las tareas de combate en enero de 2015 y centrada en la capacitación y entrenamiento de las tropas afganas.
En la actualidad, Apoyo Decidido cuenta con cerca de 16.000 efectivos.
Nicholson, por su parte, dijo adiós dando las gracias y convertido en uno de los que durante más tiempo comandaron las tropas internacionales desde el inicio del conflicto en 2001, un puesto que asumió en marzo de 2016.
En su discurso, el comandante saliente aseveró que la paz en Afganistán «no sólo acaba con el sufrimiento de la gente afgana», sino que también «hace el mundo entero más seguro», según informó en un comunicado la misión aliada en el país asiático.
Agregó que todas los miembros de Apoyo Decidido respaldan unas negociaciones de paz entre el Gobierno afgano y los talibanes, que llevan suspendidas desde 2015, cuando se conoció la muerte dos años antes del líder del movimiento insurgente, el mulá Omar.
En los últimos meses, los talibanes han insistido en sentarse a la mesa con Washington, que prefiere dejar el asunto en manos de Kabul, pero se trata de un escenario que vaticina un rol más diplomático por parte del nuevo jefe aliado.
El Gobierno afgano, de hecho, propuso hace dos semanas a los insurgentes un alto el fuego de tres meses con la condición de que ellos hagan lo mismo, una propuesta a la que todavía no han contestado.
A mediados de junio, una tregua temporal de Kabul con motivo de la festividad musulmana de Aíd al Fitr (que marca el final del mes sagrado musulmán de Ramadán) coincidió durante tres días con una unilateral de los talibanes y se tradujo en una estampa sin precedentes en 17 años de guerra.
Además, en un gesto muy poco habitual, los talibanes confirmaron su participación en una reunión convocada para el 4 de septiembre en Moscú entre los insurgentes y una decena de países, una cita que finalmente quedó pospuesta esta semana.
El cambio en la comandancia de la OTAN se produce también en momentos de repunte de la violencia, después de que los talibanes entrasen ente mes en la ciudad oriental de Ghazni, lo que provocó cinco días de combates con las fuerzas de seguridad y más de medio millar de fallecidos.
En lo que respecta al grupo yihadista Estado Islámico (EI), Miller tendrá que enfrentarse a una formación debilitada tras la pérdida el 25 de agosto de su emir, Abu Saad Orakzai, también conocido como Saad Arhabi, pero que en los últimos meses ha reclamado algunos de los atentados más sangrientos en el país.
En los últimos tres años y medio, el conflicto se ha recrudecido hasta el punto de que el Ejecutivo afgano tiene control de apenas el 56 % del país, de acuerdo con información difundida a final del año pasado por el Inspector Especial General para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) del Congreso de EEUU.