La declaración final no concreta acercamientos comerciales entre Europa y América Latina, lamenta la guerra en Ucrania sin condenar a Rusia y omite cualquier crítica a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Tras ocho años sin encuentros multinacionales de alto nivel entre Europa y América Latina, culmina en Bruselas la cumbre sostenida por la Unión Europea y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC). Los resultados, digámoslo claramente, no son para tirar cohetes. Más bien, reflejan fielmente el estado actual del orden internacional, donde la ineficacia del multilateralismo democrático se estrella contra las exigencias que imponen las autocracias, incluso las más pequeñas.
Reunión desigual y variopinta
Sesenta países se dieron cita en Bruselas: los 27 miembros de la Unión Europea y los 33 que integran la CELAC. Por un lado, un ambicioso esquema de integración que ya se ha consolidado, a pesar de las barreras culturales y las incontables guerras que han separado históricamente a sus integrantes. Por otro, una serie de países que no logran cooperar como un bloque, a pesar de sus enormes coincidencias lingüísticas y culturales.
Mientras el denso entramado institucional de la Unión Europea le ha permitido establecer incluso una unión monetaria, la CELAC carece de instituciones permanentes. Es, de hecho, otro de los clubes políticos que América Latina se da en función de las veleidades políticas de turno, el resultado de las iniciativas diplomáticas conducidas por los gobiernos de Bolivia, Venezuela y Cuba para constituir un espacio en el que los Estados Unidos y Canadá no tuvieran voz ni voto.
Una presidencia acontecida
En todo caso, el gobierno de Pedro Sánchez convocó la cumbre en cuestión para realzar lo que en un inicio se previó como el flamante inicio de la presidencia española de la Unión Europea, la cual se extiende de julio a diciembre del presente año. Pero las cosas se complicaron a medio camino. El varapalo electoral sufrido por el PSOE en las elecciones autonómicas de mayo llevó a Sánchez, quien también preside actualmente la Internacional Socialista, a adelantar para el 23 de julio las elecciones generales en España y a concentrar su atención en dicha tarea.
Por ende, la proximidad de un eventual cambio de gobierno en La Moncloa ha dejado un tanto en el aire la propuesta española para presidir la UE así como la dirección política de la cumbre con la CELAC. Esta cumbre, a pesar de ser convocada por Sánchez, no se desarrolló en España. El presidente socialista incluso se ausentó en el segundo día para asistir a un mitin en San Sebastián, mientras europeos y latinoamericanos revelaban sus diferencias al redactar la declaración final de la cumbre en Bruselas.
Lo que estaba en juego
A la Unión Europea le interesaban fundamentalmente dos cosas. Por un lado, y en medio del alza del precio de los commodities, aproximarse a una región productora de materias primas que, no obstante, durante los últimos años ha sido mucho más mimada por China que por Estados Unidos o Europa. A pesar de que los europeos cuentan con una sólida tradición inversionista en América Latina, la oferta china se distingue por sus nulas exigencias políticas y sus planes de construcción de una notable infraestructura regional. Así pues, a la UE le tocaba mover ficha.
En segundo lugar, a la UE le interesaba que los países de la CELAC condenaran la invasión rusa a Ucrania. Un objetivo a todas luces complicado. A fin de cuentas, la CELAC fue creada para dejar fuera a los Estados Unidos, no para impedir que se acerquen China o Rusia, ni para promover la democracia en la región. Recordemos que dentro de esta organización se mueven a sus aires los tres gobiernos dictatoriales de Cuba, Nicaragua y Venezuela, socios de la Rusia de Vladimir Putin.
Obviamente, a los gobiernos latinoamericanos sí les interesa un incremento del comercio con Europa, pero en términos similares a los planteados por China y Rusia: sin monsergas democráticas, y sin aumentar las fricciones con Beijing y Moscú. Por eso en Bruselas no se podía hablar de democracia. Y por eso a Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de Venezuela que teóricamente tiene vedado su ingreso a suelo comunitario como consecuencia de sanciones impuestas por la UE, nada le impidió ser recibida con dos besitos por el presidente Sánchez.
Un estrecho margen de acuerdo
Todo en la cumbre hizo ver que los mandatarios a ambos lados del Atlántico están ahora mismo en frecuencias distintas. Mientras Europa insistía en algún tipo de condena a Rusia, varios presidentes latinoamericanos se explayaron en sus críticas al colonialismo, el extractivismo y el capitalismo. Y aunque ciertos temas de interés más particular se abordaron en reuniones paralelas y parciales, la declaración final expresa acuerdos de carácter muy general.
En el punto 31, el texto refleja cierta falta de concreción en materia de acuerdos comerciales, en tanto solicita «la ratificación de los acuerdos ya firmados y que se aplican en la actualidad», valora «positivamente los procesos en curso encaminados a la firma del acuerdo modernizado entre la UE y Chile y entre la UE y México en los próximos meses», y toma «nota de los trabajos en curso entre la UE y el Mercosur».
En el punto 15, quienes suscriben la declaración expresan su «profunda preocupación por la guerra en curso contra Ucrania». Incluso si los europeos no lograron que la redacción condenara a Rusia, Nicaragua se rehusó a suscribirla, mientras otros países no dejaron de manifestar sus reservas al respecto. Eso sí: en ningún punto de la declaración se alude a las acciones dictatoriales y violatorias de los derechos humanos del gobierno nicaragüense.
¿Diálogo constructivo?
Del mismo modo, en el punto 11 la declaración de la cumbre expresa «la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto contra Cuba» y afirma que «la designación de nuevo de Cuba como Estado promotor del terrorismo y su mantenimiento en la lista han interpuesto obstáculos a las transacciones financieras internacionales con la isla». Asimismo, en el punto 40 los firmantes alientan «un diálogo constructivo entre las partes en las negociaciones dirigidas por Venezuela en Ciudad de México» (cursivas son mías).
En definitiva, si bien no faltan referencias muy generales en defensa de los derechos humanos, el medioambiente, los pueblos indígenas y afrodescendientes, o los acuerdos y principios programáticos de la ONU, a nadie se le escapa que la reversión autoritaria que experimenta el mundo entero parece diluir ciertos consensos que Europa y América Latina compartían con fervor hace un par de décadas.
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