‘Spotlight’ sorprende y se lleva el Oscar a la mejor película

(Por. Rocío Ayuso.- EL PAIS).- La 88 edición de los Oscar concluyó como si fuera una gran película de misterio. Con un final sorpresa, repartiendo un poco entre todos. Spotlight se llevó el mayor premio de la velada, el de mejor película, El renacido puso a la sala en pie consiguiendo algunos de los principales galardones, incluidos el de mejor director para Alejandro González Iñárritu y mejor actor para Leonardo DiCaprio, y Mad Max: Furia en la carretera ganó por puntos con seis galardones.

“Los Oscar más gruñones”, como los calificó su maestro de ceremonias, Chris Rock, tras pasarse la gala tirándolas con bala por la falta de diversidad en Hollywood, acabaron siendo los más diversos, al menos en cuanto a la lista de ganadores.

Al oso de El renacido no le dieron un respiro y si la película llegó a los Oscar como la favorita, con 12 candidaturas, solo salió con tres estatuillas.

“El negro”, como llaman sus amigos a González Iñárritu, obtuvo el premio al mejor director, el segundo consecutivo que le pone a la par con grandes como John Ford y Joseph L. Mankiewicz. Además de ser el tercer mexicano consecutivo en llevarse el galardón.

Como dicen las redes, los Oscar no solo son muy blancos, también son muy hispanos. “Tengo mucha suerte pero por desgracia otros no la tienen”, recordó el director parafraseando el diálogo de su película y sumándose a la polémica de esta gala, la falta de diversidad, al recordar que “son muchos los que no te escuchan, solo ven el color de tu piel”.

Y DiCaprio disfrutó de cada momento en el escenario haciendo un llamamiento en defensa del Medio Ambiente para frenar la mayor amenaza que vive el planeta. “El cambio climático es real”, aseguró con certeza. “No tomemos el planeta por sentado como yo no tomo este galardón por sentado”, sentenció con el Oscar finalmente en sus manos.

Aún así Mad Max: Furia en la carretera se impuso en número, un dominio que empezó temprano llevándose uno tras otro todos los premios técnicos. Aspiraba a 10 galardones y casi de una tacada se llevó seis. Ahí fue cuando el oso de El renacido se echó a temblar.

Eso sí, el filme de González Iñárritu vivió un respiro más que esperado con la victoria de su amigo y compañero de batalla, el director de fotografía Emmanuel Lubezki. “Compadre. A tu pasión, Alejandro”, le dedicó medio en español desde el escenario del teatro Dolby el primer director de fotografía que ha conseguido tres estatuillas seguidas en esta categoría.

Si la victoria de Alicia Vikander como mejor secundaria por La chica danesa, lo mismo que la de Brie Larson como mejor actriz con La habitación, estuvieron dentro de lo esperado, otra de las mayores sorpresas de esta montaña rusa llamada Oscars se la llevó Sylvester Stallone cuando se quedó sin estatuilla en la que se esperaba fuera su noche.

En su lugar, el Oscar como mejor actor de reparto lo recogió un pletórico Mark Rylance por su trabajo en El puente de los espías. La sala no se puso en pie como se esperaba con Stallone pero Steven Spielberg saltó de su asiento nada más conocer la noticia. “Es un momento maravilloso para ser actor””, subrayó Rylance todavía en shock.

Pero más esperado que el nombre del ganador fue el discurso de Chris Rock en esta 88 edición de los premios de la Academia que por siempre quedará bautizada como los Oscar más blancos.

“¿Por qué estos? ¿Por qué protestamos estos Oscar?”, aseguró un maestro de ceremonias que como se esperaba habló sin pelos en la lengua. “Porque cuando tu abuela está colgada de un árbol es difícil preocuparse quien es el candidato del mejor cortometraje extranjero?”, añadió con acidez.

El discurso de Rock disparó contra todos y no cejó en toda la noche. Disparó contra aquellos que como Jada Pinkett-Smith boicotearon la ceremonia sin estar invitados. O contra una industria de blancos que como dijo es claramente racista.

“No es boicot. Queremos las mismas oportunidades”, recordó sin perder la sonrisa. Pero como concluyó su monólogo, no todo es racismo o sexismo. “Y si George Clooney llega a la ceremonia con un cisne saliéndole de entre las piernas, claro que alguien le preguntará qué es lo que vistes”, añadió sarcástico contra esa otra protesta que comenzó ya hace un año y que quiere conseguir que se le pregunte algo más a las actrices que el nombre de su modisto.

Irónicamente Spotlight ganó el primer y el último galardón de la noche. El primero, a mejor guión original, y el último, como mejor película del año. Y La gran apuesta se quedó compuesta y con tan solo una estatuilla, la de mejor guión adaptado. En el caso de Vikander su premio culminó un año de gloria pero la sorpresa vino después.

“Nunca pensé que una extranjera como yo acabaría aquí”, confesó la sueca de moda en Hollywood. Pero la actriz se quedó de una pieza cuando su otra película de las muchas que estrenó el pasado año, Ex-Machina, se hizo con el Oscar a los mejores efectos visuales. Mucho más prevista fue la derrota de Paco Delgado, el único español candidato al Oscar en esta edición.

Delgado se quedó sin la estatuilla a mejor vestuario que fue para Mad Max: Furia en la carretera. El filme del australiano George Miller se fue llevando los premios de calle sumando al de mejor vestuario el de mejor diseño de producción, mejor maquillaje y mejor montaje además de los de mejor mezcla sonora y mejor montaje de sonido.

Una noche de hispanos incluso en la animación donde los chilenos Gabriel Osorio Vargas y Pato Escala Pierart, directores de Historia de un oso consiguieron el Oscar como mejor cortometraje animado y Del Revés lo hizo a mejor largometraje, filme que dirige Pete Docter y producido por también hispano de abuelo- Jonás Rivera. “De los que cruzó el río”, apuntó el productor.

Ennio Morricone emuló a DiCaprio poniendo a todos en pie en una larga velada al conseguir el primer Oscar de su carrera por la banda sonora de Los odiosos ocho. Un premio totalmente esperado aunque la sorpresa fue que el maestro italiano nunca había ganado un Oscar con anterioridad.

Menos esperada fue la victoria de Sam Smith con el tema de Specter cuando a Lady Gaga solo le faltaba haberse quedado en el escenario para recibir la estatuilla. Menos mal que el británico salvó el día dedicando su galardón “como un orgulloso homosexual” a toda la comunidad de lesbianas, homosexuales y transexuales.

Iñárritu: el mexicano que conquista Hollywood en los tiempos de Trump

(EL PAIS).- Para Iñárritu el tiempo corre hacia atrás. Desde que cumplió 50 años vive atrapado en el irremediable reloj de la madurez. La certidumbre de que, haga lo que haga, la arena seguirá cayendo ha abierto, como él mismo reconoce, una nueva etapa en su obra. La primera entrega de este ciclo vital fue Birdman, y la más reciente, The Revenant.

El Oscar al mejor director ganado esta noche, sumado al del año anterior, confirma que este segundo tiempo ha superado el primero y va camino de la leyenda. La de un creador que ha hecho de la fugacidad del tiempo su obra. Pero también la de un mexicano que conquista Hollywood en los tiempos (malos) de Donald Trump.

Ya en 2015, al recibir la estatuilla el cineasta mexicano pidió un trato justo y digno para sus compatriotas, mil veces estigmatizados más allá del Río Bravo. Desde entonces, la bestia de la xenofobia no ha dejado de crecer en Estados Unidos.

Fenómenos como el candidato presidencial republicano Donald Trump han pisoteado el orgullo de su vecino del sur y bramado contra esos millones de mexicanos que sin papeles y huyendo del infierno de la pobreza buscan un futuro en el gran norte.

Iñárritu, profundamente mexicano y crítico con los desmanes de su tierra, no los olvidó. En el cénit de su gloria, aprovechó los altavoces de la ceremonia más seguida de planeta para recordar que no todos tienen la misma suerte y pedir el fin de los «prejuicios raciales» y los «pensamientos primarios”.

Una declaración que muestra a un cineasta que no olvida sus raíces y cuya personalidad se cimenta, mucho más que en el mercado o la conveniencia política, en una profunda capacidad autocrítica.

Poco importa que sus películas gusten o no a la crítica. Tampoco la saña de ciertos seguidores le hacen excesiva mella. En su proceso creativo, Inárritu lucha a diario con un adversario aún más duro: el juez que habita en su interior.

“Es un Torquemada”, explicaba Iñárritu a este periódico durante la preparación de The Revenant, “un tipo al que presentas cualquier caso y te mandará al fuego, un terrorista con el que no hay negociación posible; esa voz interna es la que me lleva a encontrar el concepto primordial de las historias”.

Esa tensión se transmite a los rodajes. Verle filmar, medir los ángulos, trazar el vuelo de la cámara junto a Emmanuel Luzbeki (Ciudad de México, de 1964) es asistir a un espectáculo torturado. A orillas del río Bow, en la gran planicie de Calgary (Canadá), durante la filmación de The Revenant, ambos formaban una pareja en constante ebullición.

Sin descanso, bajo temperaturas extremas, medían con precisión cada plano, lo discutían, lo reinventaban. Y volvían a empezar. El director, en uno de los descansos, lo explicaba: «Soy muy duro, muy militante, muy exigente. No exijo nada de lo que no doy. Para mí hacer una película es una guerra de tres años y, como un perro, no la suelto. Por eso me da miedo entrar en una película, porque voy a meterme en un proceso en el que me pierdo…”.