Corea del Norte dispara otro misil e incrementa la tensión en la zona

(ABC).- Corea del Norte lanzó hoy desde el sur del país un misil que ha recorrido unos 500 kilómetros, apenas una semana después de haber disparado otro proyectil balístico de medio alcance que ha contribuido a incrementar la tensión en la península, informó el ejército surcoreano.

«Corea del Norte ha disparado un proyectil no identificado esta tarde desde un punto cercano a Pukchang, en la provincia de Pyongan del Sur», afirmó el Estado Mayor Conjunto (JCS) en un breve comunicado.

En una comunicación posterior se especificó que el ensayo tuvo lugar a las 16.59 hora local (7.59 GMT) y que el proyectil voló unos 500 kilómetros hacia el este, por lo que habría caído en el Mar de Japón (conocido en las dos Coreas como Mar del Este).

Portavoces del JCS explicaron a la agencia Yonhap que se está analizando el tipo de proyectil y su trayectoria, y descartan por el momento de que se trate de un misil balístico intercontinental (ICBM).

Este ensayo se produce apenas una semana después de que Pyongyang lanzara el «Hwasong 12», un nuevo misil de medio alcance que mostró importantes avances de cara a que el régimen de Kim Jong-un desarrolle en el futuro un ICBM con cabeza nuclear que pueda llegar a territorio estadounidense.

Los insistentes ensayos de armas de destrucción masiva de Pyongyang han endurecido la retórica de Washington tras la llegada al poder en enero de Donald Trump, cuya Administración ha insinuado la posibilidad de realizar ataques preventivos contra Pyongyang.

Los expertos consideran que con estos últimos ensayos el régimen de Kim Jong-un estaría poniendo a prueba al nuevo Gobierno surcoreano del presidente Moon Jae-in, que llegó al poder hace menos de dos semanas con la promesa de mejorar los lazos con Pyongyang manteniendo al mismo tiempo el mecanismo de sanciones.

Tillerson: Venta de armas a saudíes busca contrarrestar influencia iraní

(Redacción La Voz de América).- Un acuerdo de venta de armas por valor de casi $110.000 millones de dólares que Estados Unidos y Arabia Saudí firmaron el sábado busca contrarrestar la “maligna” influencia de Irán en la región, según dijo el secretario de Estado, Rex Tillerson.

Hablando en una reunión en Riad con su contraparte saudí, el ministro de Exteriores Adel al-Jubeir, Tillerson dijo que el paquete de defensa tiene la intención de ayudar en la “seguridad a largo plazo de Arabia Saudí y la región entera del Golfo”.

El acuerdo fue firmado, dijo Tillerson, “en vista de la maligna influencia iraní y las amenazas relacionadas con Irán, que existen en las fronteras de Arabia Saudi por todos lados”.

El acuerdo, efectivo de inmediato, fue una serie de acuerdos firmados el sábado por el rey Salman y el presidente Trump.

En declaraciones a periodistas tras una ceremonia para sellar los acuerdos, Trump dijo que fue una «jornada tremenda» y agradeció a Arabia Saudita.

«Son unas inversiones tremendas (…) en Estados Unidos y nuestra comunidad militar está muy contenta», declaró. «Cientos de miles de millones de dólares en inversiones en Estados Unidos y empleos, empleos, más empleos. Así que me gustaría agradecer a todo el pueblo de Arabia Saudita», sostuvo.

El acuerdo de armas anunciado del sábado incluye el compromiso del reino de comprar 150 helicópteros Blackhawk de Lockheed Martin por 6.000 millones de dólares, lo que resultaría en la creación de unos 450 empleos en Arabia Saudita.

En tanto, la gigante Aramco firmará un acuerdo por 50.000 millones de dólares con empresas estadounidenses, como parte del intento por diversificar la economía saudita más allá de sus exportaciones de crudo. Además, el conglomerado estadounidense GE dijo que selló pactos por 15.000 millones de dólares con organizaciones el reino.

Tillerson hizo un llamado al presidente Hassan Rouhani reelegido el sábado a usar su segundo período en el gobierno para terminar el programa de misiles balísticos de Irán y la práctica de financiar el terrorismo.

“Lo que esperaría es que Rouhani… use este período para comenzar a procesar el desmantelamiento de la red terrorista de Irán, desmantelar su financiamiento de las redes terroristas”, dijo Tillerson a los reporteros.

Al-Jubeir pareció tomar una de las frases preferidas del presidente Trump, cuando dijo que el fortalecimiento de los lazos entre EE.UU. y Arabia Saudí ayudaría “a secar el pantano del que emanan el extremismo y el terrorismo”.

Donald Trump gana las elecciones presidenciales de EE UU

(Por. EL PAIS).- El republicano Donald Trump ha conmocionado a medio Estados Unidos y al mundo entero al derrotar a la demócrata Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Trump, un populista con un discurso xenófobo y antisistema, será el próximo presidente de Estados Unidos.

Con el apoyo masivo de los estadounidenses blancos descontentos con las élites políticas y económicas, e inquietos por cambios demográficos acelerados, Trump rompió los pronósticos de los sondeos y logró una victoria que aboca a su país a lo desconocido.

Nadie como Trump supo entender el hartazgo con el establishment, con el que se identificaba a Clinton. La ola populista global ha llegado a la Casa Blanca.

El mundo esperaba ver a la primera mujer en la presidencia de EE UU, después de tener a un presidente afroamericano.

Ocurrió lo inesperado. Los votantes eligieron a un demagogo, un hombre que ha reavivado algunas de las tradiciones más oscuras del país, que ha colocado en el centro del discurso político el insulto y la descalificación, un admirador de Vladímir Putin que amaga con reformular las alianzas internacionales de EE UU y lanzar un desafío al vecino del sur, México.

A medida que llegaban los resultados en los Estados clave y Trump sumaba victoria tras victoria, se disparaba el desconcierto de los especialistas en sondeos, de los estrategas demócratas, los mercados financieros y las cancillerías occidentales.

La victoria en Florida, Estado que el presidente Barack Obama, demócrata como Clinton, ganó dos veces, abrió la vía para la victoria de un magnate inmobiliario y estrella de la telerrealidad que ha sacudido los cimientos de la política tradicional.

Trump ganó después en Carolina del Norte, en Ohio y Pensilvania, entre otros Estados que Clinton necesitaba para ganar.

La llegada de Trump a la Casa Blanca puede suponer una ruptura con algunas tradiciones democráticas de EE UU como es el respeto a las minorías y con la tranquila alternancia entre gobernantes que discrepaban de su visión del país, pero no en los valores fundamentales que le han sostenido desde su fundación.

Trump, que ha prometido construir un muro en la frontera con México y prohibir la entrada de musulmanes a EE UU, ha demostrado que un hombre prácticamente solo, contra todo y contra todos, y sin depender de donantes multimillonarios, es capaz de llegar a la sala de mandos del poder mundial.

A partir del 20 de enero, allí tendrá al alcance de la mano la maleta con los códigos nucleares y controlará las fuerzas armadas más letales de planeta, además de disponer de un púlpito único para dirigirse su país y marcar la agenda mundial.

Desde la Casa Blanca podrá lanzarse, si cumple sus promesas, a batallas con países vecinos como México, al que quiere obligar a sufragar el muro. México, vecino y hasta ahora amigo de EE UU, será el primero en la agenda del presidente Trump.

El republicano ha desmentido a todos los que desde hacía medio año pronosticaban su derrota. Ha derrotado a los Clinton, la familia más poderosa de la política estadounidense en las últimas tres décadas, si se exceptúa a otra familia, los republicanos Bush, que también se oponían a él.

Se enfrentó al aparato de su propio partido, a los medios de comunicación, a Wall Street, a las grandes capitales europeas y latinoamericanas y a las organizaciones internacionales como la OTAN.

Su mérito consistió en entender el malestar de los estadounidenses víctimas del vendaval de la globalización, las clases medias que no han dejado de perder poder adquisitivo en las últimas décadas, los que han visto cómo la Gran Recesión paralizaba el ascensor social, los que asisten desconcertados a los cambios demográficos y sociales en un país cuyas élites políticas y económicas les ignoran.

Los blancos de clase trabajadora —una minoría antiguamente demócrata que compite con otras minorías como los latinos o los negros pero que carece de un estatus social de víctima— han encontrado en Trump al hombre providencial.

También la corriente racista que existe en el país de la esclavitud y la segregación halló en Trump un líder a medida.

Trump pronosticó durante la campaña un Brexit multiplicado por cinco, en alusión a la decisión de Gran Bretaña, en referéndum, de salir de la Unión Europea. Y se ha cumplido. La furia populista a ambos lados del Atlántico consigue así su mayor victoria. El golpe se dirige a las élites estadounidenses y globales.

Y es una prueba de que tiempos de incertidumbre son el caldo de cultivo idóneo para los líderes con los sensores para identificar los temores de la sociedad y con un mensaje simplificador que identifique al enemigo interno y externo.

Los interminables escándalos, reales o inventados, de Clinton lastraron su candidatura. Pocos políticos se identificaban tanto con las élites como ella. A fin de cuentas, es la esposa de un presidente y EE UU, un república fundada contra las dinastías, ya tuvo suficiente con los presidentes Bush padre e hijo.

Los estadounidenses querían probar algo distinto, y en un año de cambio, después de ocho con un demócrata en la Casa Blanca, no había candidato más nuevo que Trump, ninguno que representase mejor que él un puñetazo al sistema, el intento de hacer borrón y cuenta nueva con la clase política de uno y otro partido.

No importaron sus salidas de tono constante, ni sus mentiras, ni sus ofensas a los excombatientes, ni sus declaraciones machistas. No importó que EE UU tuviese un presidente popular del mismo partido demócrata, ni que la economía hubiese crecido a ritmo sostenido en los últimos años y el desempleo se hubiese reducido a niveles de plena ocupación.

La victoria del republicano deja una sociedad fracturada. Las minorías, las mujeres, los extranjeros que se han sentido insultadas por Trump deberán acostumbrarse a verlo como presidente. También deja una sociedad con miedo.

El presidente electo ha prometido deportar a los 11 millones de inmigrantes sin papeles, una operación logística con precedentes históricos siniestros. El veto a la entrada de los musulmanes vulnera los principios de igualdad consagrados en la Constitución de EE UU.

Su inexperiencia y escasa preparación alimentan la incógnita sobre cómo gobernará. Una teoría es que una vez en el despacho oval se moderara y que, de todos modos, el sistema de contrapoderes frene cualquier afán autoritario. La otra es que, aunque este país no haya experimentado un régimen dictatorial en el pasado, las proclamas de Trump en campaña auguran una deriva autoritaria.

Hay momentos en los que las grandes naciones dan giros bruscos. Cuando se trata de Estados Unidos de América, el giro afecta a toda la humanidad. El 8 de noviembre de 2016 puede pasar a la historia como uno de estos momentos.

Iñárritu: el mexicano que conquista Hollywood en los tiempos de Trump

(EL PAIS).- Para Iñárritu el tiempo corre hacia atrás. Desde que cumplió 50 años vive atrapado en el irremediable reloj de la madurez. La certidumbre de que, haga lo que haga, la arena seguirá cayendo ha abierto, como él mismo reconoce, una nueva etapa en su obra. La primera entrega de este ciclo vital fue Birdman, y la más reciente, The Revenant.

El Oscar al mejor director ganado esta noche, sumado al del año anterior, confirma que este segundo tiempo ha superado el primero y va camino de la leyenda. La de un creador que ha hecho de la fugacidad del tiempo su obra. Pero también la de un mexicano que conquista Hollywood en los tiempos (malos) de Donald Trump.

Ya en 2015, al recibir la estatuilla el cineasta mexicano pidió un trato justo y digno para sus compatriotas, mil veces estigmatizados más allá del Río Bravo. Desde entonces, la bestia de la xenofobia no ha dejado de crecer en Estados Unidos.

Fenómenos como el candidato presidencial republicano Donald Trump han pisoteado el orgullo de su vecino del sur y bramado contra esos millones de mexicanos que sin papeles y huyendo del infierno de la pobreza buscan un futuro en el gran norte.

Iñárritu, profundamente mexicano y crítico con los desmanes de su tierra, no los olvidó. En el cénit de su gloria, aprovechó los altavoces de la ceremonia más seguida de planeta para recordar que no todos tienen la misma suerte y pedir el fin de los «prejuicios raciales» y los «pensamientos primarios”.

Una declaración que muestra a un cineasta que no olvida sus raíces y cuya personalidad se cimenta, mucho más que en el mercado o la conveniencia política, en una profunda capacidad autocrítica.

Poco importa que sus películas gusten o no a la crítica. Tampoco la saña de ciertos seguidores le hacen excesiva mella. En su proceso creativo, Inárritu lucha a diario con un adversario aún más duro: el juez que habita en su interior.

“Es un Torquemada”, explicaba Iñárritu a este periódico durante la preparación de The Revenant, “un tipo al que presentas cualquier caso y te mandará al fuego, un terrorista con el que no hay negociación posible; esa voz interna es la que me lleva a encontrar el concepto primordial de las historias”.

Esa tensión se transmite a los rodajes. Verle filmar, medir los ángulos, trazar el vuelo de la cámara junto a Emmanuel Luzbeki (Ciudad de México, de 1964) es asistir a un espectáculo torturado. A orillas del río Bow, en la gran planicie de Calgary (Canadá), durante la filmación de The Revenant, ambos formaban una pareja en constante ebullición.

Sin descanso, bajo temperaturas extremas, medían con precisión cada plano, lo discutían, lo reinventaban. Y volvían a empezar. El director, en uno de los descansos, lo explicaba: «Soy muy duro, muy militante, muy exigente. No exijo nada de lo que no doy. Para mí hacer una película es una guerra de tres años y, como un perro, no la suelto. Por eso me da miedo entrar en una película, porque voy a meterme en un proceso en el que me pierdo…”.