Patricio Valdivieso Espinosa
pavevaldivieso@hotmail.com
Nos vendieron un servicio del cual, por necios, estamos presos; nos siguen saqueando, pero tampoco reaccionamos, continuamos como zombis llenándolos de billetes, sin importar que nos facturan lo que a ellos les da la gana. Paralelamente, estamos indefensos, porque los monopolistas de la telefonía móvil, son protegidos por el gobierno, porque así es el sistema: avaro, descortés y monopolizante; cómplice, negligente e irresponsable. Es la única respuesta que encontramos al agravio contra el ciudadano, cuando vemos por meses, largas colas fuera de las telefónicas privadas; al parecer, en el negocio les va súper bien, y en los negociados también, pues las autoridades juegan al lleve, por eso su silencio.
Los reclamos se han vuelto permanentes, muchos casos son reiterativos: incrementan los montos a pagar sin justificativo, marean a la gente aduciendo que virtualmente han caído en la trampa de pedir más saldo o más megas, y si no arreglan, ejercen la potestad protectora que les dieron, metiéndolos en la central de riesgos. Lo cierto es que, nadie hace nada por poner en vereda a los abusivos de las telefónicas. ¿A qué se debe que el gobierno guarda silencio? ¿Por qué los asambleístas no los fiscalizan? ¿Dónde está la defensoría?
Es lamentable ver, como cientos de ciudadanos se pasan una mañana entera parados, entre: hacer cola, que le den el turno y lo atiendan; muchas veces sin solucionar su problema, y encima de todo este mal trato, termina la faena con un simple vuelva mañana o venga pasado. Y, cuando coge un turno virtual, para disque evitar las cuadras de filas para poder presentar reclamos, buscar arreglos o simplemente dejarles botando el servicio, le dan para el siguiente día, en el que también debe hacer otra cola, acceder a un nuevo turno, seguir haciendo una fila de espera interna y llenarse de paciencia por este viacrucis, alcahueteado por las autoridades.
¿Y si nos levantamos en armas, virtualmente hablando, contra estos abusos? Claro, si decimos no paguen esos atropellos, dirán que estamos haciendo una apología del delito, y ahí sí, nos caerían con todo el peso de la ley, nos acusarían de crear pánico y destrozar la libre empresa. Incluso, han perdido el respeto y la coherencia humana, contra los grupos vulnerables: embarazadas, personas de la tercera edad, no videntes, entre otros, y nadie hace cumplir sus derechos, los tratan igual que a los demás, con un simple “póngase a la fila”. A esto se suma, el amargo trato centralista que le dan al cliente, pues la mayoría de reclamos debe esperar respuesta de Quito o Guayaquil.
Lastimosamente, nos pegamos con nuestra gente, claro, la que por trabajo debe enfrentar estas quejas y problemas, cuando en sí, son los dueños, los voraces empresarios que exprimen nuestros recursos, porque: nos quedamos callados, somos conformistas, el miedo y el individualismo nos gana, porque cuando nos arreglan a medias nuestro problema, nos contentamos con poco y no nos importa los inconvenientes que enfrenta el resto, que sigue haciendo largas filas por semanas enteras, sin una solución a sus deudas inventadas o financiamientos no requeridos. Ojo, si no nos ponemos pilas, seguiremos llenando el saco roto de las telefónicas móviles.