Patricio Valdivieso Espinosa
pavevaldivieso@hotmail.com
Muchos años hemos visto que la política ha sido criticada, y que excepcionalmente un grupo todavía numeroso sacaba la cara, defendiendo postulados éticos y morales. Los que criticaban a la derecha, sustentaban que el socialismo es la única vía para lograr la igualdad; llegaron, gobernaron y lo único que lograron, era la edificación en su entorno de nuevos ricos. Los que criticaban a la izquierda, sostenían que el libre mercado es la única vía para alcanzar el desarrollo; cuando gobernaron, un grupo de astutos y vivarachos ampliaron sus monopolios. Entre estas tendencias, también asomaron los de centro, que subidos en el poder, se dejaron arrastrar por las ambiciones que engloba el aprender a mal gobernar. Y al final, nada cambió; al contrario, en cada gobierno ha empeorado el nivel de vida económico, social, educativo y moral.
Ya se vuelve cansino: machacarle, todos los días, que la corrupción está en todas las esferas del poder; sostener, que ya no solo roba el jefe sino hasta el conserje; o, que es básico dejar ocultando los valores en casa, para funcionar en el sector público a sus anchas. Ya se vuelve oprobioso, ver como asaltan las instituciones, y los aristocráticos delincuentes se postulan con todo el cinismo del mundo a candidaturas de elección popular. Ya se vuelve descarado, ver como los «predestinados», nuevamente asoman y quieren seguir en la teta, ofreciendo y manipulando candidaturas.
Por eso vemos que el desencanto es total, la ciudadanía ha perdido la fe, ha enterrado la poca esperanza que guardaba y sobrevive en un descontento inigualable; incluso al ver que, la mayoría de los nuevos cuadros empiezan su vida política y pública, bajo los mismos estándares que los que criticaron, donde lo único que les interesa es llegar, sin importarles: si manchan su nombre, si pisan su dignidad, si ultrajan su honra; si compran su conciencia. Tal parece que, sólo les interesa llegar: sin medir si están capacitados, sin saben lo que van a hacer, ni entender lo que realmente los van a dejar hacer.
Preocupa el desencanto total que existe en la gente, cuando se preguntan: ¿Cuántos idealistas dejaron de luchar? ¿Cuántos soñadores dieron el brazo a torcer? ¿Cuántos gladiadores fueron vencidos o comprados transportándolos al lado oscuro de la corrupción? Puede que sea a muchos, a cientos a miles; puede que queden pocos, pero nunca dejarán de existir aquellos convencidos que saben, que para cambiar la conciencia de la gente hay que seguir enfrentando a las mafias, a los corruptos, a los que dañan nuestra sociedad. Parafraseando los pensamientos virtuales, cabe mencionar: «Mañana, tal vez tenga que sentarme frente a mis hij@s y decirles que fuimos derrotados. Pero no podría mirarl@s a los ojos, y decirles que hoy ell@s viven así, porque yo, no me animé a luchar.». Ojalá hagamos las cosas bien, y en el futuro con nuestr@s hij@s hablemos de triunfos logrados, de metas alcanzadas, de objetivos cumplidos, y no de escombros, cenizas y ruinas.