Por: Patricio Costa Paladines
¡Damas y caballeros, sean ustedes bien venidos al espectáculo más grande!, quizá de la Tierra. Pues no, sus mercedes no han venido a escrutar entre payasos y malabaristas de circo, sino de la política. Van llegando los comediantes al escenario; por cierto, casi son los mismos de hace décadas, pero han dicho que por ahora han recargado baterías y que también han compilado todo un bagaje de añejas habilidades, de esas que siempre han mostrado al momento de ejecutar actos malabáricos, sin variar, repletos de promesas y sub realismos que, posiblemente, serán dignas de aplausos, … o a lo mejor de abucheos. ¡Ciertamente dependerá de la inclinación del espectador! …. ¡Historia repetida!, así que, son gratis los anteojos para advertir y disfrutar del humor, exploremos juntos lo que plantean montar en esos tablados, serán hechos y dichos dignos de una comedia.
No pretendí olvidar a los magos, es que cada cuatro años los políticos se convierten en los mejores encantadores. Se les ve ya ejercitando simples movimientos de las manos, palmas abiertas, puños de fuerza, dos dedos abiertos que significan victoria, mímicas que acompañados de lenguaje histriónico nuevamente prometerán transformar el país en un paraíso, … en un lugar utópico.
Se desecarán y se enjugarán mil veces entrenados guargüeros, me refiero a los propios de esos ungidos que ya practican frases similares a esta: «¡Voten por mí, en cuatro años acabaré con la pobreza, el abandono, la mendicidad, con los huecos de la calle y con los borrachitos de la plaza!»… El público ya se apresta a aplaudirlos con entusiasmo. Pero, como en todo buen truco de magia, lo que realmente sucede es que, al final del espectáculo, lo dicho seguirá ahí, el mago apenas si habría revuelto los problemas sociales en su sombrero.
Tampoco pretendí olvidarme de que muy poquito recurrirán a las tarimas y a los foros, incluidos los debates, porque andarán contagiados del bicho digital y se gastarán buena plata activando en las redes sociales, ya llamado “el nuevo ring de boxeo”, es que ahí los políticos con y sin pudor lanzan golpes virtuales, mientras los seguidores incondicionales glorifican y replican. Desearía equivocarme, pero no faltarán aliados que disfrutarán de la grosería implícita en las respuestas a sus rivales. «Ja ja, … mi candidato ya contestó a ese troll»… exclamará uno, o muchos; lo cierto es que una minoría se preguntará si ese asunto en discusión es realmente lo que anhelamos de nuestros líderes. Pero toda campaña acaba, y de cada costado quedará la sensación de que ciertamente, e irreversiblemente, la política se ha convertido en un reality show, donde los likes de Facebook, Instagram o los repost de X son más importantes que las políticas públicas reales y necesarias.
Asimismo, no pretendí olvidarme de que siempre habrá lugar a debates, diré mejor, a jugar con las palabras. Es que, de rato atrás estos se han comparado con aquellas competencias de rap donde los candidatos intentan rapear más rápido que su oponente. Gritará el uno: «Pueblo mío, mi plan es brillante»; él otro le responderá: «Eso mismo prometiste la vez anterior». Tétrico, risible pero verdadero espectáculo de palabras desnudas de lógica, civismo y ética. De ahí, cabe la pregunta: ¿El ciudadano común es el único responsable de perder a su arbitrio el camino? Tras cada debate, nada, absolutamente nada quedará resuelto, todo ha sido “Un juego de palabras”.
Amigos míos, en resumen, y a manera de grito concluyente, la política es un símil del circo, son dos lugares donde coexisten las risas y los llantos. Es innegable y usual que los personajes extravagantes que se entran en la política se adiestran en la práctica de procederes extrañísimos. Nos reímos de las promesas vacías y de los debates absurdos, porque la comedia de la política, no es más que un diáfano espejo de la realidad, con grandes brotes y destellos de sub realismo, como lo es cada mundillo artificial creado por un payaso, por un mago o un malabarista de circo. Es así que, quién en esos términos lo ha entendido ya, y no es de extrañar, es porque en sus sienes ha rematado que rato atrás la sátira se convirtió en el mejor amigo del ciudadano común. Aceptemos que los accionantes y las acciones en tiempos de campaña, persistentemente adelantadas y sin control de la autoridad, han venido prestándose para la burla, ya que de ahí se han derivado hechos respaldados en glamurosas promesas incumplidas, también en las idas y vueltas a lo que con ironía llaman “camisetazos”. ¡Así le ocurre al niño que no resiste a reírse de la roja nariz y los zapatos del payaso!